Las Cosas mas viejas

PRESAGIO DE BUENOS AIRES. (Bogotá, Abril de 1996)

Viene el ensueño, una sombra que obliga, las paredes cansadas en el centro del tiempo y esta espalda que no puede morir y no es presa de su inmortalidad.
Vienen las piedras rodantes like a rolling stone y el vértigo y mi ladera sin estados de ánimo: la cuerda inocencia de mi vientre no es más que la flor atrapada y esa abeja muda con las alas perdidas atragantándose con el néctar.
Imagina las bocas y piensa, le dice sin querer decirle nada: “Alucíname cuando despierte”.
Y otra vez a su casa, otra vez amándose contra la almohada con la noche enredada en el lugar más indefinido de su pasado; confunde la noche, despierta y el sueño semi-ido bajo la ducha y un teléfono que no sonará jamás. Atrás las palabras y su dulce de palabras devorado sin cubiertos, no lo entendería ni él mismo y cantaría en la aurora su tango de hastíos, su última curda, su lamento, su sermón de vino y yo sé que te lastimo.

Sonrío, reventándome contra la almohada.
Sonríe, reventándose contra la almohada.



Dame el libro y te lo diré al oído: “una lluvia de pétalos me aplasta la columna vertebral”. Piensa en sus imágenes sin la ternura y terremotos adentro, para qué los milímetros de piel imaginados con la lengua y esta nariz perdida dentro de su propio cuerpo.

No me lastimo si me confundo: muere y renace y escribe su tragicomedia.

Habla en tercera y primera persona. Salí de vos, mirame: andás por la calle y me encontrás y no creés que soy tu espejo: vuelvo a vos, Buenos Aires, a la nostalgia imaginada de la mujer y la ciudad que quiero.

Un bostezo.
Una mano condenada a no poder desperezarse, clamando por la caricia.
Mira mis dedos. Busca mis santos. Sé sacra. Desnúdate dentro de la iglesia.

Él, perdido en sí, bostezando de la risa, miró su espejo en la calle y casi fue feliz. Se suspiró a sí mismo sin vanidades. Besó la calle y no pensó en ella.

Luna lunera cascabelera cinco pollitos y una ternera.
Hace tanto que había dejado de ser un niño... y la luna seguía ahí, intacta.

Vamos, vámonos con tus fragmentos. Improvisa otra vez tus mediocres sermones de lamentos y descubrimientos estúpidos, no llores: al final esta ciudad será solamente un recuerdo. Sí, las calles que añoras, ese sol y esas nubes y la luna subiendo por los cerros y esa luz de las cinco que dan ganas de llorar. La ciudad que más odias es siempre la ciudad que más quieres. Su centro. Besa de nuevo las calles.


Miró por la ventana.
No lloró.
El mismo árbol y el acostumbrado ardor en las fosas nasales.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola mi Juan,
Te dejo un comentario en tu blog para darte la sorpresa... Estoy feliz, pude ver todos los videos que pusiste en you tube, algunos que habia visto, otros nuevos. A pesar de los pixeles visibles, me sumergi en tu mundo otra vez, ese mundo en movimiento constante...
Te adoro, Natalia.